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Carla Portaluppi

Periodista

Crimen de Verónica Romero

Tras años de lucha lograron quitarse el apellido de su papá que mató a su mamá

Verónica Romero fue asesinada por su expareja y padre de sus dos hijas en 2013, ellas aún eran niñas, pero cuando se volvieron adolescentes le pidieron a su tutora tener el apellido de su mamá y quitarse el del hombre que la asesinó. El trámite les llevó cinco años de lucha y hoy ambas tienen su nueva identidad.

Verónica Romero asesinada en 2013 por Juan Ramón Soto

A. y L. Romero hoy son dos jóvenes de 19 y 21 años, pero en 2013 eran tan solo dos niñas, cuando su padre Juan Ramón Soto asesinó a su madre Verónica Romero. Tras el crimen las pequeñas quedaron a resguardo de su tía. Cuando ambas crecieron, ya siendo adolescentes y la más grande a punto de terminar el secundario las chicas le dijeron a su tutora que querían tener el apellido materno y quitarse el paterno. Allí comenzó una lucha de cinco años para concretar ese trámite.

Fue en marzo de 2013, cuando Verónica estaba tomando mates con su hermana menor Gisela. En ese momento, su expareja, Juan Soto con quien llevaba más de seis meses separada le pidió verla, la mujer se fue y antes de salir le dijo a Gisela: "Te dejo a las nenas, voy y vengo ", esas palabras cobrarían mucho más significado al día siguiente cuando la mujer fue hallada sin vida.

Gisela, tenía tan solo 28 años y pasó de tía a "mamá", comenzó a criar a sus dos sobrinas, junto al hijo que ella ya tenía, y principalmente a luchar para que su hermana tuviera justicia: "Mi duelo lo pasé haciendo cosas, nunca me senté a llorar", recuerda en dialogo con Diario TAG. 

Tres años después en febrero de 2016, tras buscar ella misma testigos, muchas vigilias y lucha incansable de Gisela, la justicia llegó: Juan Ramón Soto fue condenado a prisión perpetua por el homicidio agravado por el vínculo, con alevosía y cometido en un contexto de violencia de género. Sus hijas nunca más lo volvieron a ver.

La tía de las niñas cuenta que ellas sabían lo que pasó, pero no eran cien por ciento conscientes, y era decidió protegerlas, no las llevó a las vigilias que se realizaban en la justicia y no las dejó ver el expediente hasta que fueran mayores. La más pequeña tenía solo seis años, "estaba en su etapa de juego", y Gisela resalta que entre ellas dos hablaban mucho y la mayor con 9 años "fue un poco mamá".

Verónica Romero asesinada en 2013 por Juan Ramón Soto

Pasaron los años y cuando A. Soto, la más hermana grande cumplió 16 años y estaba cerca de terminar sus estudios secundarios le dijo a su tía que quería tener el apellido de su mamá y quitarse el de su papá. L. la más chica pidió lo mismo, de hecho, ella iba a catequesis y la nombraban como "Soto", por lo que les solicitó que la llamen "Romero" y tener ese apellido en su certificado.

Gisela, emprendía una nueva lucha, se acercó al registro civil, y consultó si era posible cumplir el deseo de sus sobrinas, le respondieron que agregar el apellido Romero era sencillo, pero quitarse Soto implicaría acudir a la justicia. 

La mujer se comunicó con, Lorena Padovan, la abogada que la acompañó desde que murió Verónica y juntas iniciaron los trámites necesarios para que las chicas puedan tener la identidad que deseaban.

En aquel tiempo, las adolescentes recibían asistencia psicológica, y su terapeuta, les indicó que ellas debían aceptar el apellido Soto y conservarlo y que cuando fueran mayores recién modificarlo, pero las jóvenes tenían claro su deseo e insistieron, principalmente la mayor que no quería recibir su titulo secundario con el apellido del asesino de su madre.

Lamentablemente no ocurrió, en 2022 A. Soto terminó el colegio, iba a una escuela técnica por lo que fue en sexto año y aún tenía el apellido de su papá. Fue recién tres años después, en 2025 cuando la Justicia emitió la sentencia a favor de las jóvenes y lograron tener ser llamadas Romero legalmente. 

Empezó un nuevo camino legal, pero esta vez, con una sentencia a su favor. En primer lugar, L. Romero que finalizó la escuela secundaria en 2024, el título recién se emite este año, por lo que podrá recibirlo con el apellido de su mamá, el de su hermana por otra parte será modificado.

Todos los certificados de identidad de ambas jóvenes deben rehacerse, son trámites que llevan tiempo, pero que la Justicia les concedió. La lucha era más difícil de lo que creían, una sentencia que tardó cinco años, pero ni eso parecía suficiente.

Ahora A. y L. Romero son mayores de edad, pueden decidir que hacer con su identidad y tienen un fallo a favor, sin embargo, cuando fueron al registro civil para tramitar su nuevo D.N.I. los trabajadores les cuestionaron: "¿Qué se les ocurrió ahora cambiarse el apellido?". Esa pregunta a las jóvenes les dolió, principalmente a la más chica "que es muy sensible", cuenta su tía,

Finalmente, el trámite se concretó, una vez más una de las trabajadoras atacó a las chicas: "Ahora recen porque llegue con el apellido nuevo, si no van a tener que volver a hacer", les dijo. 

Gisela, al enterarse lo que sufrieron ese día sus sobrinas reaccionó, cuestionó el comportamiento de los trabajadores del registro civil, se comunicó con distintas personas y su reclamo llegó al ministro de Gobierno, Justicia, Trabajo y Derechos Humanos, Jorge Gómez, quien hizo un llamado de atención al personal. 

La insistencia de Gisela, el amor por sus sobrinas y el recuerdo de su hermana valieron la pena. Hoy a 12 años del asesinato de su mamá y a 5 del inicio de los trámites A. y L. tienen su documento nacional de identidad con el apellido Romero y Soto ya no figura como parte de su identidad .

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