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Viernes 5 de Diciembre, 2025
 
 
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Por Santiago Pérez Pons

Superávit en los papeles, déficit en la vida real

El Presupuesto 2026 se presenta como un logro de equilibrio fiscal, pero detrás de esa aparente estabilidad se esconde una provincia que apenas sobrevive. ¿Para que cierren los números, tenemos que dejar afuera a la gente? 

El Presupuesto 2026 se presenta como un documento de equilibrio fiscal, pero detrás de esa aparente estabilidad se esconde una economía provincial que apenas sobrevive. Los recursos crecen por debajo de la inflación, los gastos se ajustan sin planificación y el resultado positivo depende de supuestos macroeconómicos que nadie considera realistas. El equilibrio, una vez más, se construye sobre la resignación de los trabajadores y el freno de la inversión pública.

La proyección oficial prevé una inflación promedio del 16% y un crecimiento del 5%, pero los datos actuales desmienten ese optimismo. Si la inflación efectiva duplica esa cifra —como todo indica— el "superávit" se evaporará antes del segundo trimestre. Más del 60% del gasto provincial está atado a salarios, y aun así se prevé una pérdida real de poder adquisitivo de entre 10% y 15%. El gobierno les debe a los docentes, por poner solo un ejemplo, un 17% solo por no aplicar la cláusula gatillo. Ese recorte no es ahorro: es deuda social.

En paralelo, la inversión real directa cae más del 35% en términos reales respecto a 2023. Se frenan obras, se retrae el empleo formal y se reduce el efecto multiplicador sobre la economía local. El modelo actual no genera crecimiento: apenas contiene la crisis trasladando los costos al interior, a los municipios y a los hogares. La gente no llega a fin de mes, pero sabe hasta qué semana llega. Esa frase resume con precisión el estado de nuestra economía: la administración pública sobrevive, y la sociedad también.

Un presupuesto no puede limitarse a garantizar la supervivencia. Su función es proyectar el desarrollo, diversificar la producción, sostener el empleo y mejorar el ingreso. 

De lo contrario, el equilibrio fiscal se vuelve una trampa: los números cierran mientras la vida se achica. La discusión no es entre déficit o superávit, sino entre presente o futuro. La provincia necesita volver a planificar, con responsabilidad y con horizonte, para salir del círculo de la supervivencia y volver a construir crecimiento.

Por Santiago Pérez Pons

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