Las frases eternas de Diego Maradona, el hombre que convirtió sus palabras en leyenda
Este 30 de octubre, el Diez cumpliría 65 años. Más allá de los goles y las hazañas, su voz sigue resonando como un eco del alma popular argentina.

Diego Armando Maradona cumpliría hoy 65 años. Cuatro años después de su muerte, su figura sigue tan viva como en sus días de gloria. No sólo por los goles imposibles ni las noches mágicas con la camiseta argentina, sino por su palabra: ese idioma propio, mezcla de genialidad, desparpajo y verdad, que lo transformó en la voz de un pueblo.
"Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha", dijo en su despedida en La Bombonera en 2001. Esa frase, quizás la más recordada, resume su vida: el hombre vulnerable y el mito indestructible.

"Fue la mano de Dios", su declaración tras el gol a Inglaterra en México ‘86, trascendió el fútbol para convertirse en una metáfora nacional. Pero también supo hablar con el corazón en la mano: "Crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de luz, de agua, de teléfono", dijo alguna vez, recordando sus orígenes humildes en Villa Fiorito.
Su dolor también tuvo voz: "Me cortaron las piernas", exclamó tras su expulsión del Mundial ‘94, como quien grita desde el alma al sentir que le arrebatan su sueño.
Y cuando la vida lo empujaba al límite, respondía con frases que ya son parte del folklore popular: "Se le escapó la tortuga", "Lástima no se le tiene a nadie, maestro" o el desafiante "Segurola y Habana 4310, séptimo piso. Y vamos a ver si me dura 30 segundos".
Maradona no sólo fue ídolo: fue también una bandera. "Mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy y seré siempre peronista", declaró alguna vez, reafirmando su identidad y su pertenencia.
Cuando habló de la Iglesia, lo hizo con la misma crudeza que lo caracterizaba: "Escuché al Papa decir que la Iglesia se preocupaba por los chicos pobres. Pero ¡vendé el techo, fiera, hacé algo!". En esa sinceridad sin filtros radicaba parte de su encanto: Diego decía lo que muchos pensaban y nadie se atrevía a decir.
Y en una de sus reflexiones más profundas, dejó claro que su destino estaba sellado con el fútbol:
"Si me muero, quiero volver a nacer y quiero ser futbolista. Y quiero volver a ser Diego Armando Maradona".
El deseo se cumplió. Porque cada 30 de octubre, en cada potrero, en cada camiseta con el 10 y en cada corazón argentino, Diego vuelve a nacer. Y su promesa sigue viva:"La pelota no se mancha".
