
Periodista
El Equilibrista, la obra que cuenta una historia familiar que podría ser la de todos

Una historia que puede ser la de todos, precedida por un recorrido de búsqueda y encuentro con la verdad que no puede ser escondida. El Equilibrista, el unipersonal de Mauricio Dayub, invita a reflexionar sobre la historia que propone el actor para terminar poniendo en juego la propia memoria.
A pesar de ser un unipersonal, los espectadores ven en el escenario a muchas personas, escenarios y momentos. Dayub, haciendo equilibrio o tocando el acordeón, demuestra la pasión por el oficio y el respeto al público. La clave es la imaginación y la presencia comprometida del público.
A punto de festejar las 800 funciones y habiendo recorrido cinco países y 50 ciudades en estos siete años, Dayub cuenta cómo lo cambió conocer su historia y su expectativa para las últimas funciones.
Pregunta: ¿Qué significa El Equilibrista para vos?
Mauricio Dayub: Yo siempre digo que es la historia que cada uno de nosotros podría contar si pudiera volver a ser niño. Es una historia muy divertida y al mismo tiempo fuertemente conmovedora, el corazón del equilibrista es un secreto que se me reveló en un viaje hace muchos años yendo a rodar una película a Yugoslavia, como estaba lloviendo, me dieron dos días libres, yo fui al pueblo donde había nacido mi madre y mis abuelos al que nunca habían vuelto donde mi abuela me había dicho que no fuera porque no recordaba la dirección y no quedaban familiares. Yo, no obstante eso que me dijo mi abuela, no sé por qué obstinación fui sin hablar italiano y con los pequeños datos que tenía golpeando puertita por puertita encontré un secreto que mi familia ocultaba desde hace muchos años y que fue muy esclarecedor para mí.
P: ¿Cómo repercutió en vos conocer esa historia?
M.D.: En mí muchísimo porque ha logrado que me pueda representar a mí mismo tanto en la vida como arriba del escenario. Yo ya había escrito una obra que se llamó El Amateur, basada en un hecho real de mi infancia, en una imagen que me vi cuando yo era chico. Es una obra que ganó 17 premios, se hizo una película, dos ediciones del libro. El equilibrista va por esa línea, pero con algo aún personalmente más trascendente. Porque ya no es solo algo que me modificó a mí, sino que modificó a toda la familia. Eso tiene de particular y también porque sé lo que implica para el espectador, en todas partes los espectadores se quedan en el hall cuando termina para compartirme historias similares. Hay algo personal que me lleva de ciudad en ciudad compartiendo algo que de algún modo me pertenece y que al mismo tiempo también ha sido transformador para mí, por eso entiendo al espectador que sale como sale con un ímpetu muy particular para ir por la vida detrás de lo que verdaderamente importa y no tanto por lo que el mercado nos va requiriendo.
P: ¿Crees que ese es el secreto, que hay algo más que se pone en juego?
M.D.: Hay dos cosas que pasan y esto no es una conjetura mía, sino que es algo que me han dicho los espectadores. Se ríen y lagrimean al mismo tiempo, cosa que no ocurre en todos los espectáculos. Me dicen "usted me llevaba del precipicio de la risa, al precipicio de la emoción hasta que llegó un momento que me caí", y con esa conmoción salen del espectáculo. Y lo otro es que es un logro que siento que yo buscaba y que muchas veces uno se propone cosas en el teatro, pero no siempre se consiguen, y es que el espectador no viniera a compartir mis historia sino que yo tuve que redefinir el teatro que me gustaba y decidí que si lo decía arriba del escenario no era, si lo mostraba arriba del escenario no era, si lo contaba no era, que solo era si se lo hacía imaginar el espectador. Y eso se logró porque el espectador a través de mi familia ve su propia vida y su propia familia y eso es lo que lo emociona.Hay un momento en el espectáculo que suben simbólicamente todos los personajes de mi familia y una vez una señora en el hall me dijo: "cuando usted iba subiendo a toda su familia, yo le iba poniendo la cara de los míos". Nosotros empezamos trabajando con una figura de la literatura que es la metonimia, que es la que muestra una parte para que el otro comprenda el todo, y eso se logró.
P: ¿Cuánto tardó esa búsqueda hasta que lograste comunicar lo que querías?
M.D.: Hay dos partes, una es que yo hice durante nueve años y medio, la comedia más vista de la historia del teatro argentino que es Toc Toc, hice 2753 funciones. En los últimos años de Toc Toc siempre me decían "¿y ahora qué vas a hacer? ¿Después de esto qué vas a hacer?" y yo decía, "yo voy a volver a mi sala, hacer lo que hice siempre, escribir una historia, empezar de menor a mayor". Y la otra es que quise darme un gusto personal sin pensar que iba a coincidir con tantos espectadores. Dije: "voy a aportar un granito de arena al teatro argentino, voy a hacer un espectáculo como a mí me gustaría ver". Cuando uno elige ese tipo de cosas nunca piensa que va a ser algo masivo, siempre es al revés, para unos pocos que puedan comprender lo que a uno le gusta. Este y después tuvo una etapa que es la segunda parte atípica para el teatro argentino y es que se empezaron a agotar las localidades y empecé a salir de gira al mismo tiempo que estaba en Buenos Aires. O sea, fue todo muy vertiginoso, muy potente.
P: ¿Después del éxito, dónde te sentís más cómodo?
M.D.: Yo una vez dije que durante muchos años hice teatro hasta que conocí el éxito y que a partir de ese día había decidido solo hacer éxitos, como un chiste, lo dije antes de estrenar El Equilibrista. Me subí de un éxito muy potente como Toc Toc a El Equilibrista que casi es más potente para mí porque ahí soy actor, productor, me compromete mucho más. Eh, pero los disfruté a los dos.

P: En el camino también tuviste que aprender, ¿aprendiste a tocar el acordeón?
M.D.: Aprendí a tocar el acordeón porque cuando fui a Italia me decían que mi abuelo se paseaba por la escollera del puerto tocando el acordeón y esa fue una de las razones que hizo que a la madre y la hermana de mi abuela no quisieran que mi abuela se quedara con esa persona. Entendían que no era la persona indicada. Y tuve que aprender a hacer equilibrio en las cintas porque mi abuelo decía que el mundo era de los que se animan a perder el equilibrio. Y en un momento me di cuenta que esa frase la tenía que plasmar frente al público, intentar ver si yo me animaba a perder el equilibrio. Este, fue parte del proceso de ensayos también porque, por supuesto, me subía y me caía, me subía y me caía. Aprendí a tocar el acordeón primero una mano, después la otra, después abriendo, después cerrando, después juntando todo, abriendo, cerrando y con las dos manos. Y hoy me parecen todas cosas increíbles.
LA FECHA EN RESISTENCIA
El espectáculo se podrá disfrutar en Resistencia el próximo viernes 27 y sábado 28 de junio en el Centro Cultural Guido Miranda. La del viernes es una nueva función que se agregó después de la buena repercusión en la venta de entradas y los ánimos del público en general. Las entradas están a la venta en www.pasline.com o en las boleterías del Guido Miranda.
P: ¿Es tu primera vez en Resistencia?
M.D.: Sí, primera vez. Estoy sorprendido porque es la primera vez en la vida y primera vez arriba del escenario. Llevo muchos años haciendo teatro, muchos años de gira y no me había tocado venir nunca. Me sorprende porque es una una plaza que ya vendió toda una función, con lo cual tengo que estar más que agradecido. Seguramente sea el inicio de algunas otras visitas porque me pasa que vuelvo.
P: ¿Cambia el público del interior comparado con el de Buenos Aires?
M.D.: Sí, cambia. El público de las provincias es mucho más demostrativo, mucho más efusivo. Está más presente. Uno advierte que vino porque quería venir y quiere vivir a pleno lo que se imaginó que le iba a dar el espectáculo y uno como actor lo siente muy presente, cuando hay que reírse se ríe y en los momentos de silencio o de emoción se siente que están ahí. El público de Buenos Aires con tantas propuestas y eso, es un poco más indiferente en la demostración.

P: ¿Las personas en este último tiempo se acercan menos al teatro?
M.D.: La situación está más difícil, en Buenos Aires ha descendido la cantidad de espectadores totales, pero no en gira, no en las provincias. Yo tengo por experiencia que en época de crisis la gente elige el teatro como un lugar "perdido por perdido, voy a que me pase algo lindo", un gusto personal. Sobre todo en las propuestas de teatro independiente, a veces las comerciales padecen un poco más las crisis económicas, un poco porque tienen entradas más caras y otro poco porque son espectáculos más de entretenimiento, que no son los que se eligen en épocas de crisis. Los espectadores buscan que los espectáculos le lleguen al corazón porque lo que la realidad les está dando le resulta indiferente y a veces el arte te hace conectar, te hace vibrar.
P: Al mismo tiempo es difícil dejar de lado la rutina y sentarse a observar algo durante una hora, ¿sentis que se desconectan?
M.D.: En todos los teatros de la Argentina ya no sabemos cómo pedir que el teléfono no se use. Te diría que pasa bastante poco que el teléfono interrumpa, siempre hay alguien pero yo tiendo a pensar que el que saca el teléfono es porque dejó solo a sus chicos y en ese sentido soy permisivo. Pero sí, es verdad que es una época en la que el teléfono se ha introducido en todas las áreas de la vida y en ese sentido el teatro tampoco es una excepción. Yo empecé con una estrategia de "teatro con garantía" porque si de verdad no te llega a gustar, yo te espero en el hall y te devuelvo el dinero de las entradas. Entonces, espero en el hall con una encargada de boletería, con un banner, la gente ya lo sabe, entonces hace su fila y por supuesto todo con el teléfono.
P: ¿Tuviste que devolver alguna entrada?
M.D.: Hice una devolución formal, porque en un programa de radio llamó un oyente que hacía tres semanas que estaba juntando el dinero para sacar las entradas para ir al teatro, porque el marido se había quedado sin trabajo. Y a mí me pareció un montón. Entonces paré ahí y dije "a ver, voy a hacer la primera devolución" y le dije que cuando viniera que dijera su apellido en la boletería que le iban a devolver el dinero. La radio se enganchó y le dio un voucher para cenar, nos sacamos una foto y la gente se fue encantada. Y a mí me pareció buenísimo porque en todos lados me preguntaban "¿tuviste que devolver?" y sí, esa fue la devolución que hice.

