
Periodista
El niño abusado por Japo Verón quiere una vida normal y que se conozca su nombre real
En 2014 Omar "Japo" Verón abusó sexualmente de "Santi"-Maximiliano- un niño de 7 años y a partir de ese momento la vida del pequeño cambió completamente, de Resistencia pasó a vivir en el Garrahan primero y en Hospital Italiano después, fue sometido a más de 30 cirugías y a pesar de que debe recibir controles médicos constantes, el joven pretende tener una "vida normal". Mirta, su madre, nos contó su historia.

¿Por qué me hiciste esto? Es la pregunta que Santi le hizo a su abusador "Japo" Verón, aún bajo anestesia mientras su cuerpo estaba invadido por un virus e internado en el Hospital Italiano. La respuesta nunca llegó.
A Maxi lo conocimos como "Santi" en 2014 cuando fue víctima de un grave abuso sexual. El niño que en ese momento tenía solo 7 años estaba jugando en la vereda de su domicilio en el barrio Nazareno de Resistencia, cuando uno de sus amiguitos lo invitó a su casa. Allí el padre de ese vecinito Omar "Japo" Verón prendió una cortadora de pasto para que no se pudieran oír los gritos del niño y lo violó.
Hoy a 11 años del crimen "Santi" ya tiene 18 años, quiere ser llamado por su nombre real que es Alexis Maximiliano Orue "Maxi", contar su historia y por sobre todas las cosas dejar atrás lo que Verón le hizo.
Aquel día que abusaron de Maxi, su historia de lucha incansable por su salud apenas comenzaba. El niño volvió a su domicilio, tan solo a dos casas de la de su abusador y se acostó, el violador lo amenazó de muerte para que no develara la verdad. Para la noche, Mirta su mamá le preguntó si iba a comer, él le dijo que no porque le dolía la panza.

"Me mintió, me dijo que el vecino le pegó con la pelota", resaltó Mirta la mamá del niño quien dialogó con Diario TAG en esa casa del barrio Nazareno que Maxi no pisa hace más de un año, no porque no lo quiera sino porque su salud no se lo permite.
Pasaron cinco días después del abuso y el niño estaba "raro" con mucho dolor de panza, su madre desconocía lo que le ocurría, era un chico sano y pensó que podría tener parásitos, al notar que no mejoraba decidió llevarlo al sanatorio Antártida. Allí le comentaron a la médica los síntomas que el pequeño tenía, ella le dio unas gotas para tratarlo y lo mandó de vuelta a la casa "no lo revisó ni nada" destacó Mirta. Pasaron más horas, el nene tomó las gotas, pero no mejoró, su mamá lo llevó al médico otra vez.
En la segunda vez si lo revisaron, pero sin mediar explicación, la médica suspiró hondo y derivó al niño con un cirujano, su madre no entendía lo que ocurría. Así llegaron al consultorio del doctor Omar Ale, ahí se destapó la verdad: "Su hijo está abusado ", le dijo el médico a la mamá de Maxi, ella se negaba a creerlo y lo discutió. Lamentablemente, los estudios no mentían, el niño fue vítima de una violación y su cuerpo estaba sufriendo consecuencias.
"Ahí empezó todo", recordó Mirta, primero la salud, Maxi tuvo que ser internado de urgencia, someterse a un lavado y a muchos estudios. Segundo, la seguridad, se activaron los protocolos pertinentes para este caso, "pensaron que era mi marido", dijo la madre del niño, "hasta los vecinos lo creyeron y lo castigaron", las cifras demuestran que la mayoría de los abusos sexuales a niños ocurren en el seno familiar, pero esta vez no fue así, y Mirta admite "yo llegué a pensar lo peor".

Migue, el papá de Maxi por su parte negaba rotundamente las acusaciones, y aseguró que él "nunca iba a tocar a su hijo". Corría el segundo día de internación, Maxi estaba con mucha fiebre pero consciente, recién allí le contó al médico lo que le pasó.
El profesional habló con Mirta y le sugirió que le pregunte a su hijo qué le había pasado "ahí recién nos dijo lo que el tipo le hizo". El padre salió del hospital, furioso, llegó a la casa de "Japo" Verón pateó la puerta, pero no lo encontró, mientras Miguel golpeaba, el abusador se iba corriendo por la parte de atrás.
No sólo la vida de Maxi se arruinó por los actos de "Japo", él es padre de 12 hijos, y tal como pasó con Miguel, los vecinos quisieron castigarlo y fueron a quemarle la casa. Mirta se mostró conmovida y a pesar del resentimiento hacia el abusador de su hijo recordó a sus vecinos, "la pobre mujer, que tiene algo de culpa, pero los chicos no, ellos son inocentes". Ellos habían salido de la vivienda, no fueron quemados.
La familia siguió viviendo en ese barrio y mientras Mirta acompañaba a Maxi en el hospital, Miguel volvía a su casa a atender al resto de sus hijos y con un objetivo fijo: hacer justicia. El hombre no dormía esperando a que "Japo" vuelva a la casa, pero eso nunca pasó. La familia veía como la pareja del prófugo salía todos los días con comida, y a pesar de no tener la certeza, aseguran que se la llevaba a él.
La situación de Maxi se agravó "nos cambió la vida", destacó Mirta, que hasta ese momento era trabajadora de casas particulares, su hija mayor era niñera, otra de ellas cuidaba personas mayores, Miguel trabajaba en una empresa, "eramos felices", recuerda, "yo llevaba a los chicos a la escuela y siempre salían a jugar". Todo cambió.
Maxi fue derivado al Hospital Garrahan en la ciudad de Buenos Aires, allí fue sometido a un total de 32 cirugías a lo largo de los años, perdió su intestino y hasta hoy espera un trasplante. Mirta se fue con él, dejando en Resistencia un bebé que "todavía tomaba la teta", su hija mayor mayor también se fue y ahí comenzó una vida de internación y tratamientos constantes.
Pasaron cuatro años, Verón seguía prófugo, se activó una recompensa por su aparición, él se entregó , "yo creo que es mentira", dice Mirta.

Es importante destacar que "Japo" no era un desconocido, "se ganó nuestra confianza" dice Mirta quien llegó a Resistencia junto a Miguel cuando eran dos jóvenes de General San Martín y cerca del año 2000, llegaron al vecindario Verón ya vivía allí y les dio una mano para construir su casa que en un principio fue un rancho, de hecho Miguel varias veces trabajó con él, "hacían changas" recuerda, Mirta, por lo tanto los hijos de ambos matrimonios nacieron mientras el barrio se iba formando y crecieron juntos, aquel día de 2014 Maxi no entró a la casa de un desconocido.
En 2019 Omar "Japo" Verón fue juzgado por abuso sexual gravemente ulrajante, y condenado a 38 años de prisión efectiva por ser hallado culpable de: "Abuso sexual con acceso carnal triplemente agravado por causar grave daño a la salud física y mental de la víctima, por ser cometido con la concurrencia de dos personas, la participación de un menor de edad en carácter de autor".
Mirta presenció el juicio y tras el fallo dijo: "Estoy muy emocionada, lo que nosotros estamos pasando es muy duro. Le dieron 38 años, pero mi nene sigue internado, está esperando su intestino así que tenemos que seguir luchando". Seis años más tarde la historia no cambió, Maxi sigue luchando por su vida, sigue esperando un intestino, vive junto a una enfermera en Buenos Aires y cada 15 días debe ir a control médico en el Hospital Italiano.
En medio de esa realidad, Mirta viaja constantemente a Resistencia, para ver al resto de sus hijos, uno de ellos aún es menor de edad, y vuelve a su casa del barrio Nazareno, en cuanto a la familia Verón ya nadie vive en el barrio. La mamá de Maxi recibió al equipo de Diario TAG para contar su historia. Allí le consultamos si conserva aún esa emoción de aquel día que condenaron al "Japo" y si está conforme con la decisión de la justicia:
Mirta: Y si, le llevaron preso, tiene un sueldo, se alimenta bien, vive pancho.
Además, la mamá de Maxi contó que ahora Verón es "mujer de los presos", dando a entender que es abusado constantemente, "pero ya no le hace nada, se adaptó a eso y hace su vida. Pero mi hijo no".
Esa última frase resonó en ese pequeño comedor del barrio Nazareno, mientras algunas moscas revoloteaban, Maxi no puede volver a su casa porque corre el riesgo de enfermarse, como le pasó en marzo de 2024, un mes antes de su cumpleaños, un virus ingresó en su cuerpo, tuvo que ser internado otra vez, casi pierde la vida, los médicos le dijeron a Mirta y a Miguel que se despidieran de su hijo: "Maxi se está terminando", sentenciaron. Pero los padres del pequeño que llevaban más de 10 años de internaciones y cirugías se negaron a creerlo y se refugiaron en la fe, Maxi se recuperó, y en agosto fue dado de alta.
Sin embargo algo de eso era cierto, durante los meses de internación, el pequeño era sedado constantemente y bajo anestesia, además de preguntarle a Verón por qué le hizo eso, también le dijo a su mamá que no quería vivir más, que vio a Jesús y que se lo llevó de la mano, pero el hijo de Dios negó y le dijo "volvé con tu mamá y tu papá". Además, en una de esas ocasiones el chico le recriminaba a su madre el estado de su cuerpo y sus pocas ganas de verse al espejo, Mirta le decía "lo importante es que estás vivo".
De igual manera es cierto, Maxi no puede hacer su vida, o no puede tener la vida "normal" que tenía antes de ingresar a la casa de "Japo" Verón, el niño tuvo que dejar la escuela, no terminó de aprender a leer y escribir, no pudo hacer amigos, "se crió en el hospital, su familia son los médicos", cuenta Mirta, pero destaca que el adolescente aprendió a usar el celular, allí juega en línea y formó una comunidad, que constantemente lo quieren conocer, pero "él no les dice la verdad".
Ahora Maxi tiene 18 años y si bien su vida corre riesgo de manera constante, quiere ser un chico como cualquier otro, "lo que quiere es vivir y salir adelante", cuenta Mirta conmovida, él "quiere tener novia", y destaca que así como su familia son los médicos, "está enamorado de una enfermera del hospital, es el amor de su vida, él se enamoró cuando era un nene, el corazoncito empezó a latir diferente, él se ponía nervioso, me pedía que le escriba cartitas de amor", recuerda la madre con una sonrisa, después de más de una hora de conversación en total seriedad y hasta el día de hoy Maxi afirma: "Con ella me voy a casar". Su mamá destaca que el joven "tiene un corazón de oro".
Pero, como sabemos no solo Maxi no pudo tener una vida "normal", cuando Mirta habla de felicidad lo hace en pasado, antes del abuso sexual que condenó a toda su familia a la infelicidad, le consultamos: ¿Le da culpa ser feliz?

Sí, dice con la voz quebrada y sus ojos se llenan de lágrimas, "yo creo que no puedo, no me da la cabeza, yo pienso en que Maxi está allá (en Buenos Aires). Yo tengo culpa, porque yo le descuide un poquito a mi hijo, en el momento que se fue a esa casa y me siento culpable, no encuentro la paz". Sin embargo, la mujer se refugia en la iglesia y visita de manera constante la capilla del Hospital "ahí ya me conocen todos", destaca y le pide a Dios que le dé más tiempo de vida para acompañar a su hijo.
Nuestra conversación con Mirta fue interrumpida por Maxi, que llamó a su mamá porque ya pasaron muchas horas sin hablar, ella se secó las lágrimas rápidamente, disimuló su voz quebrada y no le dijo que en su casa había periodistas, inventó una excusa y nos contó que el joven quiere dejar atrás todo lo que pasó y que constantemente dice: "Yo quiero hacer mi vida".
