La lucha contra el maltrato animal: la historia de una fundación a pulmón
El flagelo que atenta contra la vida de los animales aumenta drásticamente. Por ello, la fundación "Hogar 4 Patitas" es un eslabón para salvar a esas familias de cuatro patas, pero advierten que no pueden salvarlos a todos porque no dan abasto.

A las 4 de la madrugada, en una cuneta oscura y silenciosa, alguien encontró a Ángel, un perro paralítico, abandonado, sin poder moverse. Fue entonces cuando empezó su segunda oportunidad. La llamada llegó a María Emilia, una de las integrantes de una fundación que, desde el anonimato y sin ayuda estatal, sostiene una red de rescate, recuperación y protección de animales maltratados.

"Ángel fue trasladado a una clínica veterinaria donde recibió los primeros auxilios. Los profesionales sospechan que tiene una luxación de columna. No puede caminar", comenta María Emilia, miembro de la fundación "Hogar Cuatro Patitas".
Su caso es uno más dentro de los más de 135 perros que actualmente están bajo cuidado de esta organización que, además, actúa como depósito judicial en casos donde interviene la fiscalía o el juzgado de faltas:"Tenemos una estructura bastante grande, trabajamos con veterinarios y voluntarios. Pero todo es a pulmón", dice María Emilia con tono firme, aunque cansado.
Un sistema colapsado: entre cinco y seis casos por día
Según cuenta María: "La fundación recibe entre cinco y seis denuncias de maltrato animal por día y muchas veces debemos rechazar casos por falta de espacio, recursos o logística. No damos abasto. Nunca recibimos ayuda del Estado, de ningún partido político. Lo que hacemos, lo hacemos con el apoyo de la gente", enfatiza.
Sin fondos públicos, sin subsidios, y sin una infraestructura estatal que contenga la problemática, los voluntarios se convierten en la última línea de defensa para miles de animales.
La historia reciente del secuestro de 21 perros en el puente General Belgrano expone con crudeza la desprotección estatal. En aquel entonces, la fiscalía solicitó la colaboración de la fundación, porque no había un lugar oficial donde alojar a los animales: "Si nosotros decíamos que no, los dejaban ir. En un solo día ingresaron 21 perros. Fue una locura", relata María sobre dicho caso.
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Un refugio inundable y desbordado
El espacio que utilizan está ubicado en un asentamiento, pero se limitaron a dar información sobre la ubicación de la fundación.
"Si bien el lugar no es chico, no tenemos suficiente espacio para albergar a tantos animales y el acceso al mismo es complicado, en especial cuando se inunda por las lluvias. Tenemos que entrar con bolsas de alimento al hombro, y si un perro se enferma, tenemos que sacarlo a upa. Es una cantidad de problemas que estamos tratando de abordar", explica.
"A pesar de las condiciones adversas, el lugar cuenta con un cuidador presente las 24 horas. Los animales reciben atención, comida y cuidados, pero el espacio no puede contener la creciente demanda. Cada día que pasa sin una política pública activa, los refugios independientes se ahogan un poco más", amplia.
Sin leyes, sin castigos: la impunidad del maltrato animal
"Me mandaron cinco casos hoy de perros atados bajo la lluvia. Y nadie hace nada", cuenta con angustia, Emilia sobre la impunidad con la que actúa la gente con los animales, como principal motor del maltrato animal.
"Como no hay castigo, la gente hace lo que quiere. Golpean, abandonan, matan. Y saben que no les va a pasar nada", dice. Por ejemplo, el caso de Connie, una perrita que falleció tras ser brutalmente golpeada, es uno de los más recientes y dolorosos: "Lamentablemente, no hay conciencia social ni justicia que nos acompañe. Es algo negativo de mi parte, lo sé, pero lo veo desde adentro".
La esperanza en la gente
A pesar del dolor, del abandono estatal y de la impotencia frente a la violencia, la esperanza se sostiene: "Con la ayuda de la gente siempre", repite María Emilia.
La fundación compró el terreno con recursos propios, lo refaccionaron como pudieron y lo mantienen con donaciones y trabajo voluntario: "No hay grandes campañas ni figuras públicas; sólo compromiso y amor por los animales que no tienen voz", expresa con orgullo.
Mientras Ángel espera por su radiografía y su diagnóstico definitivo, cientos como él esperan ser vistos, salvados, abrazados. La lucha contra el maltrato animal no puede recaer únicamente en los hombros de personas como María Emilia.
Es responsabilidad del Estado, la Justicia y la sociedad en su conjunto. Porque donde falta una ley que castigue, falta también una red que proteja la vida.
Para ayudar a Ángel con su tratamiento, que cuesta $ 150 mil pesos, pueden dejar su colaboración en el siguiente alias: fundacion4patitas
